Te persigo como Saulo

Lectura:  Hechos 9: 1-20

¿A quién persigo yo Señor, Si yo me porto bien y soy buena?

Te amo tanto Señor, que sería incapaz de perseguirte y hacerte daño.  Yo soy fiel y buena Señor, siempre me porto bien.  Atiendo a mi familia como se debe, llevo a los niños al catecismo, les hablo a todos de Dios y de lo mucho que leo libros cristianos, la biblia y lo tanto que rezo el rosario a diario.  Además, me junto con gente de la iglesia que es de Dios y que actúa como si Dios fuera lo primero en su vida.  Voy a misa los domingos y comulgo, entre semana asisto a las clases de formación cristiana, a las juntas de diferentes ministerios, voy al santísimo para adorarte, te sirvo cada vez que es necesario, soy la primera en ser voluntaria cuando me necesitan en la iglesia y hasta doy dinero a manos llenas.  Mis amistades más cercanas son como yo, sirven, aprenden de su fe y siempre son los mismos que ayudan. 

Hago tantas buenas obras Señor. ¿Cómo podría yo perseguirte?

Mi influencia cuenta mucho en la parroquia y el cómo me presento ante los demás.  En ocasiones invito al párroco a comer para mostrar caridad y siempre convivo con los diáconos y sus esposas, los líderes de la iglesia y todos aquellos que son importantes.  Lo hago para mostrar mi influencia aunque no sea nadie. Todos me ven con ellos y me siento afortunada, bendecida, privilegiada.  Soy la primera en servirles y siempre estoy a su disposición, porque son de tanta importancia.  En ocasiones creo que tengo el derecho de tomar decisiones como ellos aunque no me corresponda.  La verdad no me preocupa servir a los demás que no tienen títulos, ni dinero, ni fama.  Para mí esas personas no tienen el mismo valor.  

No entiendo cómo puede haber gente como Saulo que te persigue.  Verdaderamente es incomprensible. No lo entiendo, esas personas son aquellas que no son católicas, que están fuera de la iglesia, aquellas ciegas que te niegan y atacan a tu iglesia, a tu cuerpo.  Pero yo no, ¿verdad?  Yo soy buena, yo soy tu servidora, todo lo que hago es para darte gloria.  ¿Cierto? ¿Acaso yo también te persigo? 

¡No, yo no! ¡Necesitaría estar ciega como Saulo para no ver lo malo que hago!  Yo soy buena persona, mis acciones lo dicen todo.   ¿Acaso mi soberbia es la ceguera de Saulo? Hazme ver mis errores Señor, hazme ver cómo es que yo también te persigo. 

¿Acaso te persigo con mis críticas hacia los demás?  ¿Acaso te persigo al hablar mal de mis hermanas en Cristo? ¿Acaso te persigo cuando intento manipular a los influyentes de la iglesia para hacer mi voluntad? 

¿Acaso destruyo al juzgar?  ¿Lo que sale de mi boca te persigue?  ¿Acaso mi lengua en vez de edificar destruye con mis chismes y calumnias?  ¿Acaso el presumir que tengo influencia en la iglesia te persigue?  ¿Pero por qué?  ¡Es la gente que me envidia!  Te pido por todos ellos Señor para que cambien.  Cambia su corazón, cámbialos a mi manera, no a la tuya.  ¿Acaso  yo misma provoco esa envidia con mi falta de humildad? 

¿De verdad soy yo quien te persigue Señor?

Perdóname Señor, perdóname por la persecución a tu cuerpo divino a pesar de intentar una y otra vez intentar seguir en el camino de la santidad.  Te pido humildad ante todo, pero sobre todo, la gracia de ver los errores en mi misma, antes de criticar a los demás.  

Si yo te persigo al criticar a mi hermana, perdóname Señor.  Si yo te persigo al calumniar a mis hermanas con algo que no me consta, perdóname Señor. Si yo te persigo al manipular las cosas y las circunstancias para que se hagan a mi manera, perdóname Señor.  Si yo te persigo al causar envidia de manera premeditada, perdóname Señor.   

Soy frágil, soy débil, soy imperfecta, en ocasiones me siento tan vacía, que busco atención de los demás.  En ocasiones me siento tan insignificante, que busco la compañía de los más influyentes para sentirme importante.  En ocasiones me hace falta tanto el amor y la caridad, que solo juzgo y critico a los demás.  En ocasiones soy tan soberbia, que pienso que solo lo que yo digo y pienso lo correcto. 

Señor, solo tu llenas mis vacíos, solo tú me das el valor y la dignidad que merezco antes tus ojos, solo tú me puedes edificar a la perfección, tu eres mi mejor compañía y las persona más influyente en mi vida, solo tú eres juez y aquí está tu sierva imperfecta para hacer tu voluntad y aceptar solo lo que tu dispones para mí y para los demás. 

Perdóname por hacerle daño a tu cuerpo sagrado, a tu iglesia, a tu amada comunidad cristiana, que debe ser mi amada comunidad cristiana también.  Concédeme la gracia de siempre estar en tu presencia y de ver primero mis faltas antes de señalar las de los demás.  Convierte mi corazón para quitar esta ceguera que me aleja de ti.  Amen.