Otro
sábado entró Jesús en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que
tenía la mano derecha seca. Estaban al acecho los escribas y fariseos por si
curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero él, conociendo sus
pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano seca: «Levántate y ponte ahí en
medio.» Él se levantó y se puso allí. Entonces Jesús les dijo: «Yo os pregunto
si en sábado es lícito hacer el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en
vez de destruirla.» Y, mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano.» Él
lo hizo, y quedó restablecida su mano. Ellos se ofuscaron y deliberaban entre
sí qué harían a Jesús. {Lucas 6, 6 al 11}
Tres cosas
aprendemos con el evangelio de hoy:
1. Jesús
detesta nuestra hipocresía.
2. Nuestra
caridad no debe estar excluida solo a ciertos días.
3. Debemos
extender nuestra mano para ser sanadas.
Marianas,
Se nos repite una y otra vez en las
enseñanzas de Jesús que no debemos ser mujeres hipócritas de la iglesia. Recordemos que por el hecho de ser
activas en la iglesia, leer la Biblia, ir a misa todos los domingos y tener una
madurez espiritual mayor que otras personas, no quiere decir que seamos mejores
personas. Por estos hechos, no
debemos reflejar una doble cara: mostrar que somos mujeres de bien, pero a la
vez ser hipócritas al juzgar a nuestras hermanas porque no hacen lo mismo que
nosotras. De la misma manera,
enojarnos con alguien cuando le estamos haciendo un bien pero no responde como
nosotras tal vez lo haríamos.
Nuestro ego a veces busca el agradecimiento de otras personas o una
respuesta positiva cuando le hacemos un bien, un favor o le extendemos nuestra
mano caritativa. Pero no siempre
va ser así y por lo tanto, no debemos esperar nada a cambio, de lo contrario,
lo que hacemos ya no es de corazón y no tiene validez. ¿Quienes somos nosotras para criticar a
las personas que no se visten de manera apropiada para ir a misa? ¿Quienes somos nosotras para criticar a
una mama que no calla a su hijo durante la misa? ¿Quienes somos nosotras para criticar que una de nuestras
hermanas esta sirviendo como ministro en la liturgia o dando la eucaristía y sentimos el derecho de opinar que no
merecen esta ahí al frente? ¡No
seas hipócrita! Dejas que el
enemigo te domine y te distraiga de disfrutar y de darle honor a la bendita
celebración de la misa. En vez de
estar distraída viendo a la mujer en minifalda, a la mama cuyo hijo esta
brincando arriba de los bancos, o de estar criticando a las hermanas que están
dando la eucaristía, ¡pon atención a la misa! Esos segundos o minutos que dejaste que el enemigo te
distrajera, ya fueron una ganancia para el demonio. Logro distraerte de poner todos tus sentidos y todo tu ser
impregnado en la celebración con Jesús. ¡Felicidades mujer, le diste mas puntos
al enemigo!
De la misma manera, no creamos que
nuestra caridad solo la debemos realizar en ocasiones especiales o cuando solo
tengamos el tiempo. En ese caso, si te llegas a enfermar o si llegas a estar en
una situación difícil, no busques que Jesús tenga tiempo para darte caridad. Mujer, tienes tiempo para el chisme,
para el cafecito, para el Spa, para el manicure, para las novelas. ¿Que tal tu tiempo para la caridad?
¿Das caridad todos los días, o solo cuando te acuerdas o cuando tienes tiempo?
Extiende tu mano de caridad para ser sanada todos los días a todas horas. Muestra tu caridad con el vecino, con
la cajera de la tienda, con la viejecita al abrirle la puerta, con el mesero al
decirle que hizo un buen trabajo, con tus hijos al decirles lo tanto que los
amas y lo orgullosa que estas de ellos, con tu marido al recibirlo del trabajo
con tu mejor cara y tu mejor sonrisa preguntándole como le fue en su día. Con tu compañera de trabajo que te cae
mal, regálale un sonrisa, una flor, una oración. Habla a tus padres por teléfono para decirles cuanto los
quieres y lo mucho que los extrañas.
Visita a tus abuelos, cocínales varias comidas para la semana, ayúdales
a comprar medicina o llévalos a pasear.
Con tu amiga, si esta pasando por depresión, ora por ella, ten
paciencia, escúchala, dale palabras de aliento, sácala de su oscuridad. Otra de tus amigas necesita que le
cuiden los niños porque necesita ir al doctor o acaba de dar a luz y no ha
dormido en días. ¡Extiende tu mano Mariana!
Señor Jesús, ¿Como puedo extender mi mano para ser sanada? Tengo la mano
seca, pero la quiero extender para servirte, para darte gloria y para mostrar
tu amor y tu caridad a los demás.
Extiende tu caridad con amor a los que te
rodean, a tu comunidad, a tu hermana Mariana que te necesita. Al extender tu
mano, extiendes tu corazón. Cuando abrimos el corazón a otros para realizar
buenas obras, nuestra alma es sanada y le damos honor a las enseñanzas de
Jesús.
Imitando a Maria, siguiendo a Jesús
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